18:00 BIENVENIDA Y
MERIENDA
Diversos son los caminos
abiertos a los cristianos para vivir la fe de su Bautismo.
Algunos, impulsados por el Espíritu Santo y
atraídos por la figura de Don Bosco, hacen realidad el ideal de «trabajar con
él» viviendo en calidad de seglares el mismo carisma de la Sociedad de San
Francisco de Sales.
Desde los
comienzos de su obra, Don Bosco pensó organizar a cuantos colaboraban en ella:
invitó a laicos -hombres y mujeres- y a miembros del clero diocesano, a
“cooperar” en su misión de salvar a los jóvenes, sobre todo a los pobres y
abandonados. En 1876 definió claramente su proyecto de vida en el «Reglamento
de los cooperadores salesianos» escrito por él y aprobado luego por la Iglesia.
Hoy los Salesianos Cooperadores están extendidos y trabajan en todo el mundo…. (Proemio PVA)
El Inicio…..
Desde el principio, circundan a Don
Bosco centenares de muchachos que no le dejan parar: él solo no puede llegar a
todo. Ha de pedir ayuda. Y muchos se la dan, el primero el teólogo Borel;
luego, personas de toda categoría , que le echan una mano en lo que pueden.
Entre sus primeros ayudantes cuenta Don Bosco, con un carpintero, un comerciante,
un droguero, un pastelero, un corredor de comercio, un tipógrafo, un
quincallero, un joyero. Enseñan el catecismo en el oratorio el marqués de
Fassati, el conde de Caselette y el conde Callori de Vignele. Don Bosco les
llama sus colaboradores o cooperado-res y cooperan de veras.
Al oratorio van muchachos que llevan
el pantalón y la chaqueta hechos jirones, Algunos no tienen más camisa que la
puesta, y van tan sucios que ningún patrono los acepta en el trabajo: mugre,
andrajos. Muchas damas de la aristocracia turinesa se prestan a arreglar un
poquito aquellos pintorescos atavíos,
con gran descanso para mamá Margarita que, por mucho que haga, no llega a todo.
Una de ellas, la señora Gastaldi, se preocupa de los muchachos que duermen en
el oratorio.
“Querría –dice un día Don Bosco-
contar por todas partes cómo muchas de las señoras turinesas, no sintieron
repugnancia de tomar en sus manos aquellos pantalones, que daban asco, y
remendarlos; lavar aquellas camisas desgarradas que quizá no pasaron nunca por
el agua, remendarlas y devolverlas después a los pobres muchachos, los cuales atraídos
por la caridad cristiana perseveraron en el oratorio y en la práctica del bien.
Algunas de estas señoras enviaban ropa blanca, trajes nuevos, dinero, alimentos
y todo lo que podían”
El caballero Colt y su noble esposa,
el oficial Dasso, el conde Cays (después se hizo salesiano sacerdote), el barón
Blanco de Barbania, el conde Galiano, un general de la Armada, el conde
Viancino, el marqués Gustavo de Cavour y muchos otros, con menos blasones pero
con la cartera repleta. Son amigos de Don Bosco y sus colaboradores. Don Bosco
lo agradece, y más de una vez oye decir, por toda respuesta: “Somos nosotros
los que debemos dar gracias a usted, que nos brinda la ocasión de hacer algo
bueno. ¡A más de que el Señor, gracias a sus oraciones, nos bendice y triplica
nuestros bienes!”
Algunos de estos cooperadores de Don
Bosco se preocupan de encontrar trabajo a los muchachos. Eran tiempos aquellos
en que ninguna ley protegía a los aprendices y frecuentemente se aprovechaban
de ellos los patronos imponiendo condiciones humillantes. Los colaboradores de
Don Bosco, de acuerdo con él, estipulaban verdaderos y formales contratos. Aún
se conservan algunos de estos contratos. Uno lleva la firma del joyero Victor
Ritner quien toma bajo su tutela al aprendiz.
Así trabajan los cooperadores de Don
Bosco. Y Don Bosco piensa organizar una asociación para tenerlos unidos. Pues
según él dice: “Una cuerdecilla sola, es débil, pero unidla a otras dos y veréis
cuán difícilmente se rompe”. Una noche de 1850, reúne Don Bosco a
siete hombres de su confianza. Quisiera iniciar con ellos un grupo de seglares
dispuestos y animados a colaborar con el clero en defensa de la fe. Da
principio y funda una “Unión provisional”, preludio de un movimiento más
amplio, pero todo acaba allí. Resulta verdaderamente una misión provisional.
En el 1864 presenta Don Bosco al Papa
las reglas de su congregación. Hay en ellas un capítulo en el que se
habla de “miembros externos de la congregación”. ¿Quiénes son? En el
pensamiento de Don Bosco son sus cooperadores. Él hace de ellos una especie de
salesianos, como los contrafuertes de su muralla apostólica. Ha escrito en las
reglas: “Cualquier persona, aun viviendo en el mundo, en su propia casa, en el
seno de su fami-lia, puede pertenecer a nuestra sociedad. No hace ningún voto,
pero procura practicar la parte de las reglas que es compatible con su edad, su
estado y condición.
En el año 1875, da a sus cooperadores
un reglamento que es un programa de cosas a hacer, de actividades a realizar.
La Pía Sociedad de Cooperadores Salesianos (según el nombre original dado por
Don Bosco) fue aprobada el 9 de Mayo de 1876 por el papa Pio IX y quiere ser el
primero de los cooperadores de Don Bosco aconsejándole organi-zar también las
cooperadoras. “Las mujeres-le dice- tuvieron siempre una parte impor-tante en
la misma Iglesia.”. Don Bosco organiza enseguida las cooperadoras.
En breve, los cooperadores y las
cooperadoras son innumerables. Allí donde los salesia-nos abren una casa,
encuentran la ayuda de los cooperadores. Don Bosco les escribe una carta de
agradecimiento antes de morir. “A muchos de vosotros no os he podido conocer
personalmente en esta vida. Pero no importa: nos conoceremos todos en en el
otro mun-do, y nos alegraremos eternamente del bien hecho en la tierra, por la
gracia de Dios… Sin vuestra caridad, muy poco o tal vez nada habría yo podido
hacer; en cambio, con vuestra caridad, hemos cooperado a enjugar muchas
lágrimas y a salvar muchas almas”.
Estos “salesianos externos” (así les
quiso llamar), profesores, maestros, conferenciantes, obreros, periodistas,
abogados, contando las mujeres (las que remiendan, zurcen la ropa, friegan la
vajilla, limpian a los demás desgraciados, que en fín, de un desastrado hacen
un muchacho presentable) son hoy centenares de millar.
Para mantener la unión entre estos
millares de personas, Don Bosco funda una publica-ción (1879); el Boletín
Salesiano, revista mensual ilustrada, difundida gratuitamente por las cinco
partes del mundo. Es un vínculo de unión para los cooperadores, y un podero-so
instrumento de propaganda.
Como colaboradores de Don Bosco,
quiero citar además a su propia madre, Mamá Margarita, su director espiritual
José Cafasso, Dorotea de Chopitea, el padre José Benito Cottolengo, Alejandrina
Da Costa, Matilde Salem, Attillio Giordani, y como salesianos cooperadores los
papas Pio IX y León XIII.
Tres grandes edificios humanos, tres
catedrales de almas: los Salesianos; las Hijas de María Auxiliadora; los
Cooperadores. Don Bosco es su arquitecto y su constructor.
Lectura de la Palabra:
Del Evangelio de Lucas. (Lc 23,24)
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.” P.D.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.” P.D.
Momento de reflexión de la palabra.....
.....Ave María
PINCELADAS DE LOS QUE SOMOS.........
TESTIMONIOS PERSONALES:
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- PASTORAL....nuestra Misión
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